"Un cuento es un cuento y cualquiera puede contarlo como le dice su imaginación, su forma de ser y su entorno; y si al cuento le crecen alas y otros se lo apropian, no hay manera de retenerlo a nuestro lado. Cualquier día volverá hasta nosotros, enriquecido con nuevos detalles y una nueva voz". Nelson Mandela
Así que yo me apropio de un cuento-leyenda que me he encontrado y os lo dejo aqui para que lo disfruteis y lo conteis:
"Por el año seiscientos vivió en Etiopía un pastor llamado Kaldi. Cierto
día que cuidaba su rebaño de cabras notó que los animales desarrollaban una
conducta extraña. Nerviosamente iban y venían, subían y bajaban, en un
estado de agitación que se prolongó todo el camino de regreso y persistió
durante una noche, que se volvió interminable. Sólo a la mañana siguiente el
rebaño pareció calmarse y fue así como siguió con mansedumbre al amodorrado
pastor hasta las zonas de pastura.
Hasta que unas cerezas tentadoras detuvieron su paso, y luego de mordisquearlas,
las cabras retomaron su conducta nerviosa del día anterior.
Kaldi observó las plantas que aparentemente habían causado el cambio
en su rebaño y probó con cautela una hojita y un fruto.
Lo primero que percibió fue que no se trataba de un arbusto de cerezas,
y que el sabor no era tan agradable como el que esperaba. Pero también
sintió que el cansancio producido por la larga noche de insomnio se había
desvanecido y era remplazado por una energía que lo impulsaba a la acción.
Kaldi tomó consigo unas ramas florecidas y encabezó la marcha hacia
un monasterio que se encontraba a pocos kilómetros. A paso vivo lo seguía
su rebaño. Al llegar a la casa religiosa, el pastor fue introducido a presencia
del Abad, mientras sus animales quedaban al cuidado de unos desorientados
monjes.
Informado del descubrimiento, el Abad llevó a Kaldi a la cocina, y
prudentemente hirvió una rama con algunos frutos rojos. Pero cuando probó
el gusto de ambos, le pareció tan desagradable que en un impulso arrojó el
atado entero sobre el fuego. La cocina se vio invadida de un aroma delicioso
que indujo al Abad a hacer una nueva prueba. Tomó el fruto tostado y preparó
una infusión que, con su perfume cálido atrajo a un grupo de monjes
a la cocina. Así nació el café, de Etiopía al mundo; probado por unas cabras,
descubierto por un pastor, tostado por un Abad, celebrado por unos monjes,
que nunca pudieron imaginar que ese enérgico sabor se seguiría prolongando
durante siglos.
Hola María, permíteme que piense en letra escrita aquí mismo. No tengo muy claro, a la luz de los acontecimientos si el descubrimiento del café fue una bendición o más bien una maldición para conseguir mantenernos alterados y competitivos durante el máximo tiempo posible.
ResponderEliminarDe alguna manera se intuye o parece que la cantidad de paz que una persona disfruta es inversamente proporcional a la cantidad de café que toma.
Que algún becario de estos que hay por ahí sin saber a que dedicarse tome esta idea como propia y haga el pertinente estudio, a ver que sale.
Hola Destartalado, este lugar está hecho para pensar en letra escrita, así que el "permiteme" no era necesario.
ResponderEliminarEs verdad que el café altera, como bien explica el cuento, y que la cantidad de paz debe de ser inversamente proporcial al café que tomas, je, sobretodo si lo tomas por necesidad, cosa en la que es fácil caer.
A mi me gustó conocer esta leyenda, y también me gusta el café, pero es posible que la próxima vez que cuente el cuento, me apodere aún más de él, y le cambie el final, diciendo: "Y así es como esta bebida tan poco sana apareció en el mundo.."
Tu también le puedes cambiar el final.